El caro precio de la fama, lo caprichosas que pueden ser las circunstancias y la influencia de las malas compañías; todo se juntó en la dura vida de Adriano Leite, uno de los delanteros que estaban llamados a copar portadas con sus goles, a estar entre los elegidos, a ser el enésimo ‘nuevo Ronaldo’ salido de Brasil; pero todas las esperanzas se fueron apagando antes incluso de que llegaran a lucir en su máximo esplendor.
Adriano Leite empezó a despuntar en el Flamengo en el año 2.000; era un portento físico, tenía una arrancada bestial y un disparo temible. Sus evoluciones fueron seguidas muy de cerca por el Inter de Milán, que se lanzó a por su fichaje en el verano de 2.001 tras pagar 13 millones de euros. A pesar de ello, Adriano no consiguió el impacto esperado y el conjunto lombardo lo cedería a la Fiorentina en el siguiente mercado invernal, para venderlo al Parma solo seis meses después -en verano de 2.002- recuperando algo más de lo invertido en su compra (14’5 millones).
En el Ennio Tardini, uno de los estadios míticos de la Serie A, ‘El Emperador’ volvió a mostrar las credenciales que le llevaron a dar el salto a Europa, sumando 26 goles en 45 partidos. Y como el Inter de Milán no podía soportar que Adriano triunfara lejos de la ciudad de la moda, volvió a reclutar al brasileño, aunque esta vez le iba a costar algo más caro; concretamente unos 23’5 millones de euros. Así las cosas, en enero de 2.004, Adriano volvía a vestir la camiseta nerazzurra.
En esta ocasión, el natural de Río de Janeiro respondería desde el primer momento para concluir la segunda mitad de la temporada 2.003/04 con 12 goles en 18 partidos, argumentos que serían los cimientos del éxito de Adriano en el Giuseppe Meazza. En la campaña 2.004/05 el exjugador del Flamengo vería puerta en 28 ocasiones durante los 42 partidos que disputó entre todas las competiciones. Y en la siguiente temporada volvería a ser importante en el Inter de Milán que lograría ser campeón de la Serie A.
El escenario en el que se movía Adriano era ideal, hasta el inicio de la temporada 2.006/07, cuando una llamada le cambiaría la vida por completo. Así de crudo lo narró Javier Zanetti, capitán del equipo, en la Gazzetta dello Sport: «Le llamaron de Brasil y le dijeron que su padre había muerto. Le vi llorar, tiró el teléfono y comenzó a gritar que no era posible. Desde ese día, Massimo Moratti (presidente del equipo) y yo decidimos acogerle como un hermano y protegerle. Durante ese tiempo siguió jugando, marcando y dedicando los goles a su padre mirando al cielo. Pero después de esa llamada no volvió a ser el mismo».
Y tanto que no volvió a ser el mismo. Adriano se sumió en una profunda depresión, se rodeó de malas compañías y cayó en el alcoholismo. Hace escasos días, el propio delantero se confesaba en las páginas de A Bola contando sin tapujos su experiencia: «Solamente yo sé lo que he sufrido. La muerte de mi padre dejó un enorme vacío en mi vida. Me sentía muy solo en Italia, triste y deprimido, así que comencé a beber. Solamente era feliz cuando bebía. Bebía todo lo que me ponían en las manos: vino, whisky, vodka, cerveza. No paraba de beber y al final tuve que dejar el Inter de Milán».
«No sabía cómo esconderlo todo, así que llegaba borracho a los entrenamientos. Iba siempre, aunque estuviera totalmente borracho, y cuando eso pasaba los médicos me llevaban a la enfermería. El Inter le decía a la prensa que tenía problemas musculares para ocultarlo. Más tarde me di cuenta de que el problema era la gente que me rodeaba, amigos que no hacían otra cosa que llevarme de fiesta con mujeres y alcohol sin pensar en nada más».
Después de todo esto, la relación entre Adriano y el Inter de Milán estaba condenada a separar sus caminos, y lo cierto es que el delantero encontró redención en su querido Flamengo, una redención corta, pero lo suficiente como para poder ver los resquicios que quedaban de un jugador que apuntaba a ser único. Adriano estuvo en el ‘Fla’ un año y medio, tiempo en el que logró anotar 34 goles en 48 partidos y ser campeón del Brasileirao.
Tras encontrarse a sí mismo decidió volver a Europa en 2.010 de la mano de la Roma, en una especie de reto personal para volver a retomar en Italia algo que dejó a medias, pero todo resultó ser un espejismo y Adriano jamás volvió a ser importante en ningún equipo. En el conjunto romanista solo jugó ocho partidos antes de volver a su país natal para defender los colores del Corinthians (cuatro partidos) y del Atlético Paranaense (tres partidos). El delantero carioca acabaría finalmente colgando las botas en el Miami United de Estados Unidos, equipo del que además adquirió el 40% de las acciones.
Esta fue la efímera carrera de un jugador que tenía todas las condiciones para triunfar en el fútbol, pero la vida se empeñó en ponerle pruebas que no pudo superar. Ni siquiera sus regates bastaron.
Imágenes: Getty Images
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